viernes, agosto 22, 2008

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En mi sopor veraniego de siesta veía miles de hectáreas de suelo rústico con sus vaquitas, sus cereales, sus águilas reales al pie de mi ciudad; soñaba que me lo recalificaban para campos de golf, hoteles, viviendas, centros comerciales y echaba asfalto y hormigón sobre la tierra yerma a la vez que me aumentaba la cuenta del banco con ceros y ceros para comprar más suelo rústico que me recalificaban.
Y crecía y crecía tanto mi dinero como las moles de progreso fingido hasta donde mis ojos no llegaban a ver.
Me compré unas gafas mejores, después un catalejo, unos prismáticos, un telescopio, incluso mi propio observatorio para ir cada vez más allá.
Hasta que me encontré con el que hacía lo mismo que yo en la ciudad vecina.

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