Cuentan las malas lenguas que una vez se empieza no se termina nunca. Despacio y pesarosamente vas desplazando la piedras centímetro a centímetro por la empinada cuesta, arrastrando y afianzando los pies para no perder el punto conseguido y al final al llegar arriba la piedra vence la cima y vuelve a precipitarse movida por la gravedad para llegar aún más lejos que antes.
Lo único puede ser que de tanto moverla, terminemos por desgastarle y convertirla en una pequeña canica.
Leía en " eL bANDIDO de los oJOS tRANSPARENTES" de mIGUEL lITTIN:
nUNCA eSTÁ mÁS oSCURO qUE cUANDO eSTÁ a pUNTO de aMANECER
martes, octubre 17, 2006
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